Llegamos al mediodía a Cantalapiedra, un pequeño pueblo de la provincia de Salamanca de apena mil habitantes, recibidos por el canto de los pájaros y el susurro del viento. Se respira a naturaleza y vida tranquila. Nos recibe Sor María Aleluya, la superiora del monasterio de las Clarisas, fundado el 31 de mayo de 1920 por la Venerable Madre María Amparo del Sagrado Corazón. Nada más atravesar las puertas del monasterio el tiempo parece detenerse y los problemas cotidianos se desdibujan. De pronto nos invade un intenso sentimiento de recogimiento y paz difícil de explicar.
Entrevista a Sor María Aleluya, superiora del monasterio
¿Le importaría presentarse y decirnos a qué se dedica?
Soy Sor María Aleluya, la superiora del monasterio del Sagrado Corazón de Jesús de Hermanas Pobres de Santa Clara de Cantalapiedra.
Nuestra labor como comunidad es dedicarnos a vivir el carisma de San Francisco y de Santa Clara dedicadas exclusivamente a la contemplación.
¿Podría compartir con nosotros cómo es un día típico en la vida del convento?
Días típicos hay pocos en la vida del convento, porque como vivimos dependiendo de la providencia del Señor, el Señor se encarga de que cada día sea distinto y a su manera. Pero por decir cómo es un día, lo tenemos estructurado en torno a lo principal, que es la vivencia de la misa y la sagrada liturgia, la alabanza a Dios. Entonces el día lo tenemos distribuido siguiendo las horas litúrgicas del oficio divino: cantamos desde primera hora de la mañana, muy temprano, las alabanzas del señor con el canto y el rezo de Laudes. Luego tenemos la santa misa, otra hora litúrgica, Tercia. Luego dedicamos un tiempo de trabajo en silencio y en común para santificar así también la jornada. A mediodía volvemos a interrumpirlo para otra hora litúrgica, nos reunimos para comer y para tener un rato de recreación fraterna. Y la tarde también la tenemos distribuida en torno a otras horas de oración como son las Vísperas y concluimos el día con las Completas. Y durante todo el día tenemos el Santísimo Sacramento expuesto y hacemos turnos de adoración que es lo principal y lo central de nuestra vida.
¿Qué nos puede contar sobre el monasterio y su papel en la comunidad local de Cantalapiedra?
El monasterio está dedicado especialmente desde su fundación hace 104 años al culto al Corazón de Jesús. Nuestra madre fundadora recibió una inspiración del Señor de fundar un monasterio que se dedicara a amar, consolar y reparar el corazón de Cristo, por todo lo que es tantas veces olvidado. Y a eso estamos dedicadas, es lo más característico nuestro. Eso se desarrolla con una vida de comunión y unión fraterna muy intensa en un trabajo sencillo y humilde, y viviendo el carisma de San Francisco y Santa Clara. En la comunidad local nuestro papel es ser como la semilla que muere en el surco, entonces tampoco tenemos una gran repercusión en lo que se puede entender exteriormente. Pero sí que creemos que nuestra vida es muy fecunda en cuanto a transmitir lo que es verdaderamente importante en la vida de la iglesia.
¿Podrían hablarnos sobre algunas de las tradiciones más importantes que mantienen en el el monasterio de las Clarisas de Cantalapiedra?
Tradiciones yo creo que desde que nuestra madre Santa Clara fundó la Orden de las Clarisas, lo más propio nuestro es la adoración eucarística. Algo que tratamos de cuidar y que verdaderamente siga siendo central. Y de hecho, como gracias a Dios somos un gran número de hermanas todavía, somos 55 hermanas, cada vez vamos ampliando más el tiempo de adoración eucarística continua.
¿Reciben visitas o realizan actividades abiertas al público en el el monasterio de las Clarisas de Cantalapiedra?
Procuramos fomentar el culto propio al Corazón de Jesús y tener siempre la iglesia abierta para que todos los fieles puedan acercarse a beber del río de gracias que sabemos que brota del Corazón de Cristo y que está deseando derramarse sobre todos los que se acerquen al monasterio.
¿Cómo abordan los desafíos contemporáneos, como la disminución de las vocaciones religiosas o la falta de recursos financieros?
Nosotras disminución de vocaciones religiosas no hemos experimentado. Gracias a Dios ahora mismo tenemos en noviciado 10 hermanas en formación, por ejemplo. Pero sí que hemos querido y podido acoger a hermanas ancianas de monasterios que sí que se han cerrado por falta de faltas de vocaciones. Por eso tenemos un gran número de hermanas ancianas dependientes ahora mismo en nuestra comunidad. ¿Y cómo abordamos eso? Pues pidiéndole al Señor que nos dé luz para saber discernir qué es lo verdaderamente importante para una comunidad. Y creemos que para nosotros lo fundamental es vivir nuestra vida fraterna, y por tanto cuidar como a tesoros a estas hermanas ancianas que han dado su vida por el Señor y por la Iglesia, y que ahora no pueden valerse por sí mismas. Y así colaboramos con lo que el Papa Francisco ahora insiste, que es vivir demostrando que la vida es digna desde el principio hasta el final, para contestar a esa cultura del descarte que está generalizándose tanto.
Y en cuanto a los desafíos financieros, confiamos en la providencia de Dios, que nos va manteniendo día a día con mucha generosidad.
¿Cómo se financia y mantiene el monasterio de las Clarisas de Cantalapiedra?
Sobre todo, de la divina providencia. El Señor es muy generoso con nosotras y eso lo experimentamos continuamente todos los días, en cosas muy importantes y en detalles muy pequeños. Y materialmente hacemos dulces y también estamos poniendo en marcha la venta de pequeñas cosas de artesanía que hacemos, objetos religiosos. Y estamos intentando abrir una página web para poder distribuirlos y venderlos. Y así vamos ganando lo poquito que necesitamos para poder mantenerlo.
¿Cómo valora la aportación de la Fundación Esther Koplowitz a la sociedad?
Bueno, yo no sé a la sociedad porque nosotras vivimos bastante al margen de los medios de comunicación, pero puedo hablar sobre nosotras. Cuando la Fundación Esther Koplowitz nos ayudó, estábamos pasando un momento muy difícil económicamente porque nos habían fallado todos los trabajos que teníamos para el exterior. Trabajábamos para una fábrica y se cerró la fábrica. Trabajábamos confeccionando otro tipo de cosas y tampoco logramos salir adelante. Y verdaderamente estábamos sin un medio de subsistencia. Y nos decidimos a poner un obrador de dulces, pero claro, en un pueblo perdido en el medio de Castilla, vender esos dulces era muy difícil, casi imposible. Y empezar una empresa sin saber cómo iba a salir adelante, si se iban a poder vender las cosas, hacer una inversión cuando no sabías si iba a salir rentable, pues era algo muy arriesgado. Y en ese momento pedimos ayuda a la Fundación Esther Koplowitz y nos ayudaron sobre todo en las primeras campañas, nos compraron los productos, los distribuyeron, nos hicieron donativos para comprar maquinaria, y nos ayudaron a empezar el obrador, que era una cosa muy pequeña, muy sencilla y rudimentaria, y gracias a las ayudas que fuimos recibiendo pues poquito a poco se ha ido ampliando y ahora gracias a Dios funciona bien, lo suficiente para nosotras.
Desde la Fundación Esther Koplowitz agradecemos a Sor María Aleluya y a todas las hermanas del monasterio de las Clarisas de Cantalapiedra por su cariñosa acogida y su gran corazón.